jueves, 3 de marzo de 2016

93`10

Hay dos días en la vida, dice la canción, en la vida y en el fútbol hay días que quedan grabados a fuego, que no se olvidan, historias que escuchamos de nuestros padres y hermanos, que vivimos de niños, con la magia de la radio y la reseña del periódico sin la inmediatez de la tecnología. Días épicos que forjaron la grandeza, la leyenda, la historia que se pinta de amarillo y negro.

Escuchamos de los primeros títulos, de aquel carrusel que jugaba de memoria, luego algunos vivimos muy jóvenes y quizá sin entender la magnitud aquella época de noches de copa, de derribar gigantes, de goles imposibles de seguir entendiendo el fútbol que es como la vida... con grandeza, a pesar de algunos. Paso el tiempo y llego el regalo de avanzar hasta donde no se había llegado nunca en el continente, tanto y tan poco, queríamos más.

Seguíamos acumulando historias, coleccionando tristezas, se habían acabado los grandes días? Tendríamos que vivir de las historias de los grandes? Y el momento para los chicos, para los que llevan aurinegro el ADN pero les faltaba su momento.

Y llegó el día, como todo gran episodio, sin avisar, agazapado, libreto resguardado para conservar el misterio, el secreto. Lejos del hogar, en la casa del rival que aún no olvida que alguna vez puso el escenario pero las gargantas vestían nuestros colores, ese campo que vio lágrimas en azabache y oro.

Que en lo que dura la batalla avisaba otra alegría sobre nuestra grandeza, manos que atizaban la victoria antes de tiempo, lágrimas a distancia de quienes contemplábamos el espectáculo.




Y por un momento el tiempo se detuvo... el destino salio disparado desde el pie derecho de un histórico que no perdió la fe, para llegar a los pies de un guerrero incombustible que sin ver pero con los ojos bien abiertos busco al ángel, al elegido para regalar a un pueblo, a una familia, a todos, el momento que faltaba, el grito de gol más grande que recuerde, las lágrimas más dulces, la carrera del niño que fue héroe y que es leyenda... rodillas al suelo, los brazos arriba, el silencio de quienes nunca olvidaran, lagrimas y abrazos, felicidad infinita, la salida silenciosa y un minuto el 93'10 grabado en piedra, en el alma, en la piel, en la alegría y en la tristeza.





Una nueva historia que alimenta la grandeza y que empezó a bordar la octava estrella...



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